De Lilly Reiss

Volver a los aromas que la memoria dejó guardada tanto tiempo en los corredores del olvido.

Transitar por los caminos donde se plasmaron emociones.

Encontrarse con la puerta de madera, ya envejecida por las estaciones, vestida de rendijas involuntarias. Es casi cómo enfrentarse a los personajes, que me hicieron ser, quien soy.

Regreso con algunas líneas más en mi rostro, evidencia del destino.

Con una mirada que refleja que se vivió, y se sigue viviendo. Con unos brazos atentos abrazar. Con una Fe madura e intensa.

Entendiéndome con la causalidad, besando con los labios sedientos.

Con algunos libros, páginas amarillentas que le devuelven al alma, algunos pasajes.

Con los vestigios de algunos ecos, conversaciones que sostuve en madrugadas con los espejos y los silencios, que me acompañaron.

Descubrí a los ganchos de madera un poco humedecidos por la soledad, colgados en el armario marrón, esperando aquel glamour de antaño.

La sombrilla blanca y el cajón de la derecha, el sombrero de la suerte que siempre me espera y una imaginaria mariposa revoloteando por todo este ensueño.

El tiempo no espera, por eso decidí recolectar hortensias azules, escribir nuevas historias. Llenar de fotografías cada rincón de la sala.

Y sentarme a leer aquel libro que no entendí, en el sofá naranja, aquel que siempre albergó nuestros traseros, en aquellos días donde la lluvia se dejaba caer sin importarle, a quién mojaba.

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